Quizás todos tengamos nuestros problemas familiares, nuestros rollos personales, pero lo más probable es encontrarse con personas que pasan las fiestas en familia, otros pocos se juntan con sus amigos, con su pareja. O vaya a saber Dios qué corno hacen.
Iba a escribir una entrada de Feliz Año Nuevo, pero pensé en dejarla para mañana, primero de enero, porque no creo que haya mucha gente esperando ansiosa una entrada en un blog. Seguramente todos estarán cómodos en sus casas intentando disfrutar con sus familias.
Pero no todos la pasamos así.
Tampoco es tan malo pasar las fiestas solo. Para las Navidades pasadas fue un discurrir vertiginoso de emociones que decantó rápidamente a una juntada entre amigos. Excusa perfecta para salir del paso de la molesta juntada familiar. Con el agravante que ahora lo entiendo como algo impuesto por nuestra cultura, ni siquiera Jesús nació un 24 de diciembre porque si leemos las escrituras entenderemos rápidamente que nació entre abril y junio, por los indicios de los evangelios, ya que el lugar y la época del año en la que estaban no posibilitaba las condiciones de las que habla La Biblia. Pero rollo religioso aparte, las Navidades para mí no son tan importantes como Año Nuevo, un día en el que hacés todos los balances posibles, lamentablemente aparece una grilla invisible delante de tus ojos, donde pareciera que se contesta todo automáticamente a medida que se van acercando los días.
Yo odio hacer balances, pero indefectiblemente lo hice, sujeto a la vorágine cosmoenergética de la vida occidental, en la que estamos tan acostumbrados a medir todo, tratar de encontrar fórmulas perfectas para el éxito, la fama, el dinero, el sexo, el egoísmo, la solidaridad.
Evalué mi trabajo, mi situación afectiva, mis amigos, sobre todo mis amigos. Este año fue un año lleno de altibajos emocionales, «me recibí», o sea, rendí la última materia de mi carrera y eso fue el día después de mi cumpleaños, así que esa semana estuvo cargadísima de emociones. Esto sucedió entre el 14 y el 15 de diciembre, y esos días, inevitablemente, también me sirvieron para darme cuenta quiénes estaban interesados en mí, a quiénes realmente les importaba si aprobaba y me recibía y diferenciarlos de a los que realmente no les molestaba mucho si mi cuerpo explotaba en mil pedazos y no había cadáver que enterrar.
Una de las personas que yo creí que estaba dentro de mi círculo de amigos obvió saludarme para mi cumpleaños y para el día de rendir la última materia. En un principio lo dejé pasar porque creí que se le había pasado. Aunque después, teniendo en cuenta que le había dicho un montón de veces la fecha en la que me recibía y que gente que ni siquiera eran amigos míos me habían saludado… me dio un poco que pensar. Lentamente se fueron abriendo los velos de ese autoexterminio que le llamamos «negación» y aparecieron nuevos interrogantes. Pero más allá de esas nuevas dudas que cayeron la mayoría sobre mi círculo de amigos, entendí que era una fecha importantísima, irrepetible, pero una fecha más.
Al niño inmaduro (que todos llevamos dentro) no le va a importar más que no me saluden para un cumpleaños, graduarme no me voy a volver a graduar nunca, y a pesar que algunas personas me defraudaron en buena hora me marcaron que yo no les interesaba.
Así que si hago un balance le tengo que pedir al 2012 pocas cosas, que me siga marcando quiénes se merecen mi compañía y quiénes son los que me son hipócritas. Quienes ríen por compromiso o me utilizan para sentirse menos solos. Yo prefiero las amistades intensas, las emociones verdaderas, los valores.
Por ahí nos olvidamos de todo esto, y festejamos por inercia, festejamos por festejar, encontramos razones estúpidas de las que agarrarnos cuando mejor sería largarnos en la cama a llorar. Y madurar un poco.
Yo no quiero una vida llena de mentiras.
No quiero personas falsas. Para eso prefiero no gastar mi tiempo en mentiras y dedicarme a cosas que son realmente importantes: el trabajo, el estudio, el amor.
Por cada persona que te traiciona, cuando se va te deja la agenda más desocupada para abrirte y darle el amor a otra persona en tu vida. Si no estás dispuesto a cerrarte, claro.
Y mucho de esto se junta dentro de mis deseos para el 2012. Superar el amor perdido, dejar de repetir siempre el mismo nombre, no llorar más por esa persona que no va a volver, entender que me dejaron, que ese amor que una vez creí que era el amor de mi vida sólo sirvió para sufrir; quiero pedir amistades verdaderas, que las que tengo se afiancen más, y superar todos los problemas familiares. No quiero reconstruir mi familia porque la verdad de mi historia hace que algunos vínculos quizás se rompan para siempre.
Pero sólo le pido al 2012 que me deje sacarme la matrícula a tiempo, conseguir un buen trabajo y que aunque tenga que viajar muy lejos en mi futuro trabajo, que se me abran todas las puertas del éxito, aunque el éxito más grande de mi vida siempre lo llevé por dentro, en el corazón, en esa magia que tengo para ponerle energía a las palabras, en mi blog de poemas, en mi diario personal, en esa magia que hace que cuando sonrío le pueda curar los males al mundo.
Les deseo a todos paz y prosperidad. Y si están solos y alcanzan a leer esto, levanten la copa y brinden también por mí. O brinden por ustedes. No tiene que ser una experiencia triste o funesta estar solos, porque en esta vida donde vamos recolectando momentos de felicidad no todo es alegría. Venimos solos y desnudos, nos vamos solos y desnudos, y si bien el amor, el cariño y la felicidad es importante para todos la verdad también es que necesitamos mantenerlo todo girando en un centro. Y ese centro somos nosotros. No se olviden nunca que muchas cosas son culturales, y si pueden disfrutar de la magia de estos días, mucho mejor. Pero si no tienen con quién festejar tampoco se amarguen demasiado la existencia. Yo en el fondo sé que cierro los ojos y estoy con todas las personas que quiero, todas esas personas tienen una familia, así que ahora me comporto como adulto, esperando que después del brindis me pasen a buscar. No es tan malo.
Si leen esto cuéntenme cómo la pasaron para las fiestas.
Mis mejores deseos para ustedes.
¡Feliz Año Nuevo y que empiecen con el pie derecho!
Ricardo
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